Categoría: Rescatando palabras…

Recolocando los muebles…

Mientras decido a qué lado poner el corazón, dónde va el estómago si no deja de girar, y preparo el cableado para que mi cerebro no se cortocircuite cuando lo conecte, me he permitido un descanso en mis tareas cotidianas para coger prestadas unas líneas que me permiten llenar el espacio vacío de mi cuerpo. Las ha escrito un lobo aullador en el que acostumbro a encontrar ciertas respuestas, y alguna que otra pregunta.

Caminando por el mundo hoy, he ojeado revistas de decoración…

 

SHAKESPEARE TENÍA RAZÓN

«A menudo, en días como el de hoy, me parece que decir cualquier cosa resulta inapropiado. Esos días en que la cordura me invita a abandonar el barco con todo el pasaje dentro, sin tratar de entender, sin escuchar, porque en realidad, ninguno de ellos vale lo suficiente. La verdad es que es bueno no tener prisa por hacer cualquier cosa que creas que tengas que hacer. Es mejor buscar un asiento en la barra y beber solo ante tu reflejo en el espejo. Encender un cigarrillo y pegarle una larga calada que reviente tus pulmones, o rodar sobre ti mismo y guardarte del mundo bajo las sábanas, dejando que el tiempo haga lo que tenga que hacer. Las palabras, los sueños, los besos, los buenos deseos, no son la llave. No te mostrarán el camino. Despierta muchacho. La felicidad no existe. Puro marketing te digo. No podrás conseguirla por más que lo intentes, así que no pierdas el tiempo. No te gastes. Mira la pared fijamente. Trata de encontrar lo que se esconde detrás de esa vida tuya. No temas el momento en que los cipreses se crucen en tu camino y no encuentres a dios esperando por ti. Sé que no es fácil admitir que nada de lo que hagas servirá para nada. Acepta la caducidad que tienen tus pasos. Nada puede hacerse ante lo inevitable. No hay recetas ni elixires mágicos que aplacen el final del camino. Admítelo, no tengas miedo. El tiempo pasa. Las mujeres pasan. El trabajo pasa, los moteles de carretera. El existencialismo también. Y las oportunidades. Pero no pierdas la vida lamentándote. No te amargues recordando aquellas cosas que tal vez pudiste hacer. Olvídate de que alguno de esos dioses de mercadillo venga a buscarte, y no obedezcas a los censores que reprueban cuanto haces amenazándote con quitarte la vida eterna. Es posible que pienses que creer es el único camino, y en realidad, es cierto, si lo que quieres es convertirte en un borrego sometido por los tipos que te escupen su intolerancia a la cara. Energía muchacho, energía. Darwinismo. Alimento para gusanos, para la tierra y los leones, y para tantas y tantas hienas que esperan ocultas entre las sombras, tras las cortinas o buceando en la cisterna del váter. Nada sirve si no es lo que sientes. Aquello que te incita a seguir, por curiosidad, ambición o vicio. Piensa en lo excitante que es salir a la carretera y no dejar que pasen los trenes sentado en el andén, mientras el reloj derrama su arena sobre tu cabeza. Disfruta del viaje, de los días que no tienen sentido. Camina. Disfruta del viento, del sexo depravado y de aquellos que te tienden la mano sin perder la paciencia. No te enredes con la mediocridad. Con el dolor, con el sufrimiento, la estupidez contagiosa y el catón, y todos los libros y textos mágicos que, como éste, te digan qué debes hacer.»

Rafael López Vilas (Elloboestaaqui, Disentería literaria)

ESCUCHADO HOY

No sé qué hacer

Y la imagen de mi espejo, al parecer, tampoco.

Mi Superman…

  Hace unos años esperábamos respuesta a si mi padre seguía teniendo cáncer o no. Esa noche me salieron estas palabras:

«Mañana le hacen la prueba a Superman. Si la supera podrá seguir sobrevolando los tejados, ayudando al mundo, levantando camiones con sus manos, y si no, tendrá que luchar contra su archienemiga invisible, la más peligrosa por impredecible, la más dañina por su poder, la más injusta por su arbitrariedad. Mañana le hacen la prueba, y está asustado. No lo aparenta, claro, un superhéroe no conoce el miedo, a los superhéroes, como a los que hacían la mili en sus tiempos, el valor se les supone, por eso aparenta una entereza que no siente. Y el resto del mundo también. Todos menos su Lois Lane, que de puro susto se marchita a su vera aunque le sigue llamando al rescate. Son pequeñas misiones, claro, Superman está cansado aunque va de incombustible, pero él siente que cada una de ellas es demasiado importante para despreciarla. Superman sigue al rescate cada día. Quisiera que viniera al mío, ya que se pone, y me sacara de esta ausencia que dura ya demasiados días, pero me conoce y sabe que a veces me convierto en avestruz. Por eso me deja tranquila, para que poco a poco vaya sacando la cabeza por mí misma y camine temblorosa a refugiarme bajo su capa. Siempre acabo allí, porque sé que con su protección no puede pasarme nada…

 Hace un par de meses, mientras se rescató a si mismo en una mesa de quirófano, me pregunté si a Superman le quitarían su traje para hurgarle en las entrañas, pero me dio corte preguntar. Creo que no, porque sin sus mallas y su capa Superman se queda en ná, yo me quedo sin refugio y él nunca lo permitiría, y el mundo se queda huérfano de héroe. Sonreí al imaginármelo allí tumbado, vestido de azul y rojo, ‘como un muñeco roto pero con el rizo intacto. Ése es mi héroe. Y mañana le hacen la prueba. Me pido cara por si acaso, porque él siempre ha jugado con una moneda de dos caras y siempre le ha funcionado el truco. Espero que en algún lugar esa moneda siga existiendo…»

  Superó la prueba con creces, siguió brillando como siempre, y ahí sigue, incombustible, avanzando a dos ruedas en vez de subirse al monte a respirar vida, pero sin perder el rizo. Ahí sigue, todo chulo lanzando la moneda cada día, seguro de que saldrá cara. Ahí sigue, sabiendo que si la dama de negro se le ocurre volver a pasar antes de tiempo le bastará un golpe de capa para vencerla de  nuevo. Y ahí sigue, siempre, para escuchar cada palabra que tenga que decirle y abrigarme el alma con las suyas. Mi Superman.

   ESCUCHADO AYER

– Ahora le hago cantar cada día para que siga pronunciando bien.

Y yo no puedo por menos de enternecerme y sonreír imaginándolos…

Un niño. Helen Buckley

  Una vez un pequeño niño fue a la escuela. Era muy pequeñito y la escuela muy grande. Pero enseguida descubrió que podía ir a su clase con sólo entrar por la puerta del frente y se sintió feliz.

   Una mañana, estando en la escuela, su maestra dijo: “Hoy vamos a hacer un dibujo”. “Qué bueno” -pensó el niño. A él le gustaba mucho dibujar, él podía hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y botes. Sacó su caja de colores y comenzó a dibujar. Pero la maestra dijo: “Esperen, no es hora de empezar”, y ella esperó a que todos estuvieran preparados. “Vamos a dibujar flores”. “Qué bueno” -pensó el niño – “me gusta mucho dibujar flores”, y empezó a dibujar preciosas flores con sus colores. Pero la maestra dijo: “Esperen, yo les enseñaré cómo”, y dibujó una flor roja con un tallo verde. El pequeño miró la flor de la maestra y después miró la suya, a él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no dijo nada y comenzó a dibujar una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.

   Otro día, cuando el niño ya había abierto la puerta de su clase él sólito, la maestra dijo:- “Hoy vamos a hacer algo con barro”. -“Qué bien”, pensó el niño. Le gustaba el barro. Podía hacer de todo: viboritas, muñecos de nieve, elefantes, ratones, autos, camiones… Empezó a estirar su bola de barro. Pero, la maestra dijo, -“Esperen, no empiecen todavía. Y el niño esperó hasta que todos estuviesen listos. – “Ahora, dijo la maestra, vamos a hacer un plato.” – “Qué bueno”, pensó el niño. Le gustaba hacer platos. Empezó a hacer platos de todas las formas y de todos los tamaños. – “Esperen, dijo la maestra, yo les mostraré cómo”. Y les mostró a todos cómo hacer un plato hondo. – “Listo, dijo la maestra, ahora pueden empezar.” El niño miró el plato de la maestra. Después miró los suyos. Le gustaban más los suyos que el de la maestra, pero no lo dijo. Simplemente, volvió a formar una bola e hizo un plato como el de la maestra. Era un plato hondo. Y así fue como el pequeño niño aprendió a esperar y mirar, a hacer cosas iguales a las de su maestra y dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.

   Mucho tiempo después, ocurrió que un día, su familia, se mudó a otra casa y el pequeño comenzó a ir a otra escuela. En su primer día de clase, la maestra dijo: “Hoy vamos a hacer un dibujo”. “Qué bueno”, pensó el pequeño niño y esperó que la maestra le dijera qué hacer. Pero la maestra no dijo nada, sólo caminaba dentro del salón. Cuando llegó hasta el pequeño niño dijo: “¿No quieres empezar tu dibujo?”. “Sí”, dijo el pequeño, “¿Qué vamos a hacer?”. “No sé hasta que tú no lo hagas”, dijo la maestra. “¿Y cómo lo hago?”, preguntó. “Como tú quieras”, contestó. “¿Y de cualquier color?”. “De cualquier color”, dijo la maestra. “Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿Cómo voy a saber cuál es cuál y quién lo hizo?”. “Yo no sé”, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.

Con ojos de niño. Francesco Tonucci

   Yo sigo dibujando las flores a mi manera, y hago con cualquier material los objetos menos convencionales y más imaginativos. ¿Y tú?

 

¿Por qué escribo?

 Escrito por Mariella Villanueva (http://www.sonmishistorias.com) Pero lo podía haber escrito yo. De hecho, me lo ha robado de mi mente. Mala esssssssssss.

Escribo porque escribir no le hace ningún bien al mundo: No termina con la guerra, no erradica la pobreza, no cura enfermedades ni le da de comer a los niños en África. A pesar de ello, escribir me hace sentir más útil que nada.

Escribo porque me permite abrir una puerta o cerrarla para siempre.

Escribo porque para escribir no necesito a nada ni a nadie.

Escribo porque es más barato que ir al psiquiatra.

Escribo porque no sé, y quiero saber.

Escribo para tener vocabulario y poder decir prestidigitador soberbio fastuoso ecuménico e incólume.

Escribo para perder los escrúpulos y gritar cosas que yo nunca gritaría.

Escribo para releerme y reinventarme y empezar de nuevo, porque escribiendo uno aprende que sí es posible hacer borrón y cuento nuevo.

Escribo porque cuando escribo, pienso.

Escribo porque cuando escribo, no pienso.

Escribo para enamorarme una y otra vez, porque al escribir los sentimientos se magnifican de manera soberbia y no concibo un amor que no sea superlativo y exagerado.

Escribo porque cuando escribo miento y cuando miento, digo la verdad.

Escribo porque escribir es una forma de nostalgia y de materializar lo que he perdido.

Escribo para ser libre.

Escribo porque, escribo para, escribo donde, escribo cuando, escribo como.

Escribo para que me lean. Mis amigos. Mis enemigos. Gente que me quiere. Gente que no me quiere nada. Gente que no conozco ni conoceré. Gente que me dará la mano cuando me enferme a los 79 y me escuche farfullar sobre el miedo que siento de morir.

Escribo porque no sé decir las cosas de otra manera.

Escribo porque no sé hacer nada más. Y no quiero tampoco.

 

Poema 12

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
 
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
 
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje. 
 
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.
 
         PABLO NERUDA

Las palabras esconden historias que nos emocionan…

Tú vives siempre en tus actos.

Con la punta de tus dedos

pulsas el mundo, le arrancas

auroras, triunfos, colores,

alegrías: es tu música.

La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,

sale la luz que te guía

los pasos. Andas

por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace

señas a diez mil kilómetros,

lo dejas todo, te arrojas

sobre proas, sobre alas,

estás ya allí; con los besos,

con los dientes la desgarras:

ya no es duda.

Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios

del revés. Y tus enigmas,

lo que nunca entenderás,

son esas cosas tan claras:

la arena donde te tiendes,

la marcha de tu reloj

y el tierno cuerpo rosado

que te encuentras en tu espejo

cada día al despertar,

y es el tuyo. Los prodigios

que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,

más que una vez, una noche

que te encaprichó una sombra

-la única que te ha gustado-.

Una sombra parecía.

Y la quisiste abrazar.

Y era yo.

Tú vives siempre en tus actos, de La voz a ti debida.
Pedro Salinas
sombra

Oido al pasar

Tía Ana… ¿Quién es más fuerte, El Hombre Lobo o un tigre? ¡¡Corre, pónmelo!!

Bendito sea Youtube…